La mentira os hará libres, por Laura López Paz
Esto es muy grave. Contar la verdad en política se está convirtiendo en un acto revolucionario. Esto es muy grave. España se está convirtiendo en un país en donde la mentira se está empleando como una herramienta más a la hora de hacer política.
En una democracia sana, más allá de nuestra ideología y de nuestras preferencias políticas, a cualquier ciudadano le debería de indignar el uso partidista de los Medios de Comunicación públicos (como Radio Televisión Española) o la manipulación que se hace en ciertos organismos públicos (como el Centro de Investigaciones Sociológicas) ya que, a través de estos actos, el Gobierno está justificando la mentira institucional.
Cuando frente a la transparencia y a la honradez política, se apuesta por la mentira constante, no sólo se ocultan las cifras, los datos o la veracidad de aquello que se defiende, sino que afecta a la credibilidad que el ciudadano deposita en nuestras políticas gubernamentales. De este modo, si el representante de la sociedad no hace aquello que predica y resulta ser incoherente, los ciudadanos dejarán de confiar en él.
De esta manera, lamentablemente, en España, durante estos meses, se ha normalizado la mentira, se ha justificado la opacidad y se ha eliminado la transparencia institucional.
El desparpajo y la naturalidad con la que los representantes políticos hablaban de un hipotético ‘Comité de Expertos’ (del que se negaron a dar los nombres de sus componentes en su día) provocó que se descubriese (meses más tarde) que ese ‘Comité de Expertos’ no existía y que las medidas, políticas, proyectos y normativas referentes a los cambios de fase de las Comunidades Autónomas (y que, supuestamente, se basaban en criterios sanitarios) se estén poniendo en cuestión.
De esta forma, cuando la oposición exigía transparencia, no se dijeron los nombres de los integrantes del Comité de Expertos. Cuando las Comunidades Autónomas exigían explicaciones, no se dijeron los nombres de los integrantes del Comité de Expertos. Cuando necesitábamos criterios sanitarios, se respondía a intereses políticos. Cuando necesitábamos sinceridad, se institucionalizaba la mentira. Cuando necesitábamos honestidad y dignidad política, se les estaba faltando el respeto al conjunto de todos los españoles.
En política, la rendición de cuentas hace referencia a la representación identificada con sometimiento a una rendición de cuentas (‘accountability’). Desde esta perspectiva, el representante es aquél que debe responder por su actuación ante su representado.
De este modo, varias ideas clave se pueden señalar sobre el concepto de ‘accountability’:
- La ‘accountability’ hace referencia a la capacidad para asegurar que los funcionarios públicos rindan cuentas por sus conductas, es decir, están obligados a justificar y a informar sobre sus decisiones y a que eventualmente, puedan llegar a ser castigados por ellas.
- La ‘accountability’ del poder político puede ser legal o política.
- Según March y Olsen, la ‘accountability’ se centra en una lógica basada en la “rectitud”: los actores políticos son juzgados sobre la base del cumplimiento de procedimientos considerados “correctos” en tanto los mismos se ajustan a procedimientos legales preestablecidos.
- Mediante la separación de poderes, el reconocimiento de derechos fundamentales y el sistema de pesos y contrapesos, el constitucionalismo moderno establece instituciones que permiten poner límites a la arbitrariedad del poder del Estado.
- Además, los derechos fundamentales brindan salvaguardas institucionales contra las intromisiones ilegales de los funcionarios del Estado en contra de los ciudadanos.
Por todo ello, no se debería de consentir que la mentira se normalizase, pero tampoco, que la manipulación se institucionalizase, ya que, tanto la mentira como la manipulación, están dañando el sistema democrático, pero también, la confianza que la ciudadanía deposita en nuestros gobernantes y representantes políticos.
Inmersos en una pandemia mundial, con un sistema sanitario debilitado, un sistema económico dañado y un sistema político deteriorado, exigirles a nuestros gobernantes que no nos tomen el pelo no es una cuestión de ideología, es una cuestión de dignidad.
Las mentiras suponen la pérdida de confianza, la limitación de la credibilidad gubernamental, la ofensa a nuestra capacidad intelectual, el daño en nuestra calidad institucional, la vulnerabilidad de nuestro sistema democrático, la manipulación de nuestras organizaciones y la opacidad en nuestra política estatal.
Y no, las mentiras no nos hacen libres. Las mentiras nunca nos harán libres.
Las mentiras nos están encarcelando.
Las mentiras no son el camino.
Llegados a esta situación, la pregunta es, ¿cuántas mentiras más vamos a soportar?